
A cada día que pasa es mayor la cantidad de personas que buscan ayuda psicológica para mejorar su relacionamiento de pareja. Un aspecto que se verifica con frecuencia y aparece en el desarrollo de las sesiones es el desconocimiento de las diferencias entre hombres y mujeres, y de cómo esas diferencias pueden determinar el éxito o fracaso de una relación.
Hablar sobre las diferencias entre hombres y mujeres ha sido durante mucho tiempo una tarea temeraria. El peligro de caer en prejuicios o de ser visto como tendencioso constituía una posibilidad demasiado presente. No obstante, y a partir de las últimas investigaciones, hablar sobre las diferencias de sexo se está haciendo un poco más seguro otra vez. En efecto el tema ha sido fuente de inspiración para muchos trabajos, desde la ya clásica obra de Gray, “Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus”, hasta los trabajos actuales de Audrey Nelson sobre la comunicación no verbal entre los dos sexos.
En este artículo empezaremos un recorrido por algunos de los aspectos en los que las diferencias entre el hombre y la mujer se perciben con mayor claridad. En los artículos que vendrán después estaré mencionando algunos de los problemas que se dan en las parejas y que se podrían disminuir al considerar las particularidades psicológicas del hombre y de la mujer.
La diferencia es sustancial y empieza en lo más básico de la existencia: en un solo cromosoma: el que determina que un hombre sea hombre, denominado “Cromosoma Y”, que es un débil hilo que contiene un mísero número de 25 genes, en comparación con el “cromosoma X”, femenino, una especie de cromosoma tuneado, repleto con 1.000 a 1.500 genes. Cuando mencioné esto a un paciente, me comentó sin dudar que le pareciera un desperdicio de tiempo y dinero un estudio complicado para descubrir algo tan obvio como que los cromosomas femeninos, con seguridad deben estar “mucho mas lleno de cosas raras”.
El resultado de esta diferencia se verifica en aspectos tan claramente visibles como el desarrollo del cuerpo hasta en cosas más sutiles como la propensión a ciertas enfermedades o trastornos. Y es ese el punto que hace urgente el tratamiento de las diferencias de género. De hecho varios estudios sugieren que la diferencia de género hace a los hombres más propensos a ciertas enfermedades como la esquizofrenia o el autismo. El Parkinson afecta al doble de hombre que de mujeres. Por su parte las mujeres son más proclives a sufrir de depresión.
Ruben Gur, Ph.D. descibrió que las mujeres tienen una mayor cantidad de materia gris en el cerebro y esto puede significar que el cerebro femenino tiene ciertas ventajas en el procesamiento de la información. El cuerpo calloso es un conjunto de nervios que esta vinculado con la habilidad verbal y es mayor en las mujeres (¿alguien tenía alguna duda sobre eso?). Los varones por su parte tienen mayor cantidad de materia blanca, lo que permite que la información se mueva con más facilidad de una región del cerebro a otra. El cerebro del hombre tiene mayor volumen de líquido cefalorraquídeo y eso hace que el cerebro masculino sea más resistente a los golpes.
En atención a otros aspectos podemos citar que las mujeres se preocupan más que los hombres mientras que los hombres son más propensos a tener problemas de memoria. Por eso los hombres olvidan todo mientras las mujeres recuerdan cada detalle de cualquier tema. La psicóloga Elaine D. Eaker publicó un estudio en Psychosomatic Medicine, en el cual investigó la forma en que discutían los matrimonios, y descubrió que mientras las mujeres se inclinan a perseguir el objetivo de una discusión hasta el final, la mayoría de los hombres tenían la tendencia de llamarse a silencio y retirarse para evitar continuar en el conflicto. Esto es percibido por las mujeres como una actitud agresiva y desatenta cuando solamente expresa una forma diferente de sentir y convivir con el conflicto. Y es en este punto en el que tenemos que detenernos. Es indispensable reconocer que nuestra pareja puede percibir la realidad desde una perspectiva muy diferente a la nuestra, sin que esto signifique necesariamente que estemos equivocados sino que simplemente somos personas distintas.
Nunca será suficientemente acentuado que la diferencia a la que nos referimos en las líneas anteriores no implica superioridad o inferioridad y tampoco debemos fingir desconocer que, diariamente, aparecen nuevas conductas en las que hombres y mujeres son cada vez más similares, conductas que muchas veces constituyen una amenaza para la convivencia, el relacionamiento y porque no, el matrimonio.
Las diferencias entre los dos sexos deben ser tenidas en cuenta como un paño de fondo para cualquier actividad humana. Cada conducta tiene componentes que responden a esa diferencia sustancial. La desatención a esa característica es un aspecto constante en varias situaciones de disfuncionalidad de la pareja. Y de esto estaremos tratando en los próximos artículos.