¡ADIANTEE! Decía el negro Olmedo cuando personificaba a al mano santa y nos hacía pasar buenos momentos gracias a su ingenio y simpatía.
Lastimosamente la realidad sigue superando a la ficción y nos pone de frente a personajes que se ganan la vida haciendo un papel muy parecido, pero con efectos bastante menos graciosos.
En la práctica todos somos iguales ante los pacientes. Y ese es un grave problema… principalmente para el paciente. ¿De que manera puede una persona determinar si el servicio terapéutico que está contratando responde a los standards que la disciplina y la ciencia avalan?
Desde el momento que alguien coloca un cartelito frente a una puerta en el que se lee “terapeuta, médico o doctor”, el público tiende a considerar que alguna instancia habilita dicho acto de promoción asegurando que la oferta corresponde a las capacidades del oferente. Lastimosamente tal instancia, al menos en nuestro país, no existe, y cualquiera puede colgar un cartel diciéndose terapeuta, médico o doctor.
En mayor o menor grado, ciertas agrupaciones profesionales se encargan de controlar situaciones como la mencionada pero solamente en forma reactiva. Me explico, solamente se hace algo después de verificarse algún exceso o práctica inadecuada. Para decirlo de manera todavía más clara. Nada puede evitar que una persona se instale, ofrezca sus servicios y hasta ejerza alguna disciplina vinculada a la salud, hasta el momento en que un paciente acusa haber sido dañado por la mala praxis. Ni voy a mencionar a los profesionales que, al año de terminar la carrera (algunas de las cuales no están diseñadas para la formación clínica), sin haber pasado por un entrenamiento adecuado, abren su consultorio y se ensayan sobre los pacientes. Solamente esta situación ya debería llamarnos la atención por la gravedad y el potencial impacto en la sociedad. Pero el problema va más allá. En nuestro medio, tanta es la necesidad de atención que ante nuestros ojos se despliega un impresionante abanico de ofertas terapéuticas, desde médicos ñaná (yuyeros), médicos naturistas, pasando por los acupunturistas, hasta cualquier tipo de curandero o mano chanta.
La paradoja es que en nuestro medio, al menos desde hace algunos años, existen profesionales que sustentan su práctica en desarrollos científicos verificables y aproximaciones propuestas por centros de formación o asociaciones de reconocimiento mundial como el instituto Ellis de NY, ALAMOC o la APA de EEUU, por citar algunos.
Es lamentable que disponiendo de estos profesionales, algunos de ellos doctores o cursando doctorados en prestigiosas universidades extranjeras, en condiciones de ofrecer servicios comparables a los hace poco tiempo solo estaban disponibles en los grandes centros mundiales, mucha gente todavía arriesgue su salud y la de sus seres queridos colocándose en manos de gente que, como mínimo merece el calificativo de irresponsable.
Aquí van algunas sugerencias que, si bien están basadas en formalidades reglamentarias, y adolecen de las mismas falencias que el sistema de salud general del país, pueden servir para disminuir el riesgo de ser engañados.
¿Qué debemos saber y hacer antes de consultar a un psicólogo?
- Verificar si el profesional está respaldado por un título habilitante de una universidad reconocida.
- Verificar la habilitación o registro profesional del MSPBS que habilita al profesional a ejercer en el territorio nacional.
- Un profesional debe focalizar su práctica en un área de la Psicología. Si el profesional dice poder tratar cualquier tipo de afección, o trastorno, entonces podríamos dudar de su idoneidad puesto que en ninguna científica existen los Todologos.
- Verificar si ha cursado la especialización que lo habilite para el ejercicio específico de una especialidad clínica. La formación básica otorgada por el grado de la universidad lastimosamente NO SUELE SER SUFICIENTE.
- Verificar la actualidad de los cursos que sustenten la práctica del profesional. Un profesional no puede estar más de 5 años (siendo muy generoso), sin actualizarse en su campo específico.
- Tener en cuenta que existen especializaciones académicas y profesionalizantes y que solamente aquellas que son profesionalizantes califican para habilitar prácticas específicas. Eso quiere decir que un título de PhD., Doctor, Magíster O MSc., NO NECESARIAMENTE determina que el profesional esté en condiciones de utilizar un instrumental clínico. Aunque existen cursos de doctorado y/o maestrías orientados a la práctica, la mayoría no lo son, puesto que por definición buscan formar investigadores. Lastimosamente, ante la ausencia de instancias regulatorias para la práctica clínica, uno debe hacerse cargo de verificar la pertinencia de la formación que el profesional ostenta.
- Verificar si el profesional está fichado por alguna asociación científica o profesional.
El Profesional de la Psicología puede dejar de tener alguna de estas características pero no puede carecer de todas. Esta serie de sugerencias no pretende agotar las estrategias de control que deberían ser puestas en práctica antes de exponerse a un profesional, ni mucho menos. Y desde luego que aún si tenemos en cuenta cada una de ellas, todavía existe el riesgo de ser engañados. Pero, por algo hemos de empezar.