Un paciente me pregunta porqué le resulta difícil mantener “encendida” su relación con su pareja cuando hace solamente 4 años está casado y durante los primeros 2 años todo fue perfecto. Este tipo de consulta es más frecuente de lo que uno creería, (o querría), por lo que me parece, sería útil conversar un poco sobre las teorías que se han planteado acerca del amor. Y dije teorías porque existen varias. El amor siempre cautivó la imaginación del ser humano. Y aunque estamos acostumbrados a analizarlo bajo una óptica poética, esta vez vamos a darle una mirada con la lupa de la ciencia.
Y ¿que dice la ciencia sobre el amor? El punto de partida para su análisis es la teoría evolutiva que considera al amor como un elemento necesario para asegurar la preservación de la especie. El amor se habría consolidado evolutivamente en la medida en que los sujetos capaces de amar, tenían mayores posibilidades de cuidar, atender y finalmente criar adecuadamente a los hijos. Así pues, esos sujetos capaces de amar fueron pasando a sus hijos, juntamente con otras características evolutivas ventajosas, los genes que les hacían a ellos también, capaces de amar. En síntesis el amor se desarrolló como una estrategia de la naturaleza que nos permite seguir existiendo.
Pero eso todavía no explica porque los sentimientos cambian. Bueno, vamos por partes. Los cambios y matices en el amor tienen que ver con la química del cerebro. Según los últimos estudios neurológicos el amor puede ser vinculado a la presencia y combinación de algunas sustancias como la testosterona, el estrógeno, la dopamina, la norepinefrina, la serotonina y la vasopresina. Dependiendo de la combinación y niveles que estas sustancias presentan, la persona puede experimentar una sensación de atracción intensa (pasión), o por otro lado podría experimentar una necesidad de mantener una relación caracterizada por un cariñoso compromiso con la pareja (lo que caracteriza a las relaciones de larga duración). El problema con estas sustancias es que su efecto es pasajero (como el efecto de la mayoría de los químicos), y en el caso particular de la pasión, dura como mucho, algunos meses.
De hecho, esa sensación de no poder pensar en otra cosa que en la pareja tiene casi las mismas características que un trastorno obsesivo compulsivo, suele estar vinculada con modificaciones en los niveles de una sustancia llamada serotonina y se ha verificado que disminuye si se consumen antidepresivos. Si, eso mismo, el enamoramiento se hace más difícil y la pasión desciende cuando se esta consumiendo antidepresivos. Esto puede parecer muy poco romántico pero es una información que, en muchos casos explica la disminución del deseo, o del interés en la pareja.
El problema suele tener un desarrollo más o menos así: el ánimo de uno o ambos miembros de la pareja se ve afectado por un problema que puede no tener que ver con la relación. Las molestias llevan a que uno o ambos empiecen a consumir antidepresivos (Fluoxetina, Citalopram, Paroxetina, Certralina, Etc.), lo que dificulta todavía más la comunicación íntima. El deterioro es percibido como causante de los estados de ánimo y la relación queda peligrosamente comprometida.
En efecto, algunos pacientes con problemas de pareja acusaron una importante revitalización de su relación amorosa al dejar de consumir algunos antidepresivos. Esto NO quiere decir, ni mucho menos, que uno deba dejar de consumir una medicación que le fue prescripta por un médico, solamente indica que ciertos medicamentos tienen efectos verificables sobre la manera en que sentimos y nos relacionamos. Obviamente tampoco se está afirmando que ésta sea la explicación para todos los casos, cada situación debe ser analizada particularmente y no se debe perder de vista la complejidad que caracteriza a las relaciones entre personas.
Creo importante incluir en este párrafo algo que suelo pensar siempre que me encuentro frente a situaciones como la que describí más arriba. En algún momento, hubo algo, creo que fue el consumismo, que progresivamente fue vendiéndonos la idea de que podemos resolver nuestros problemas sin necesidad de involucrarnos, de comprometernos con la situación. Ahora podemos comprar las soluciones en la farmacia, y eso no requiere un esfuerzo de voluntad ni aguantar el stress de enfrentar la realidad. Una de las características que nos diferencia de los animales irracionales es la capacidad de postergar nuestra satisfacción para que, una vez resuelto el problema de fondo, se la pueda experimentar con la intensidad que uno desearía. Eso implica cierto esfuerzo de voluntad desde un proceso costoso y lento; hoy nuestro cotidiano requiere soluciones inmediatas aunque lastimosamente al costo de la perdida de la intensidad, sea del dolor o del placer.